14 enero 2008

La Europa futura debería fichar a los políticos más relevantes de cada momento, como hacen los grandes clubes de fútbol, fueran del país que fueran, para gobernar desde Bruselas. Así la política adquiriría una dimensión dinámica y globalizadora desvinculada de nacionalismos. Estos fichajes no tendrían restricciones salariales y podrían permanecer o ser relevados de sus cargos permanentemente durante o después de cada legislatura, que duraría un año. El gobierno central estaría supeditado al control de una comisión de veinte sabios y una corte suprema con un representante de cada país. Europa debería tender a unirse para hacerse fuerte y desempeñar un papel estabilizador en el mundo. De este modo competiría con los grandes no en repartirse sino en incentivar a los pequeños, y su juego sería siempre vistoso. La primera medida debería ser la adhesión de la Confederación rusa a la Unión Europea, la segunda la imposición del euro en todo el territorio de la Unión y la tercera otorgar al español la funcíon de lingua franca.