17 enero 2008

No prestes nunca jamás un libro

Al jefe de uno de mis trabajos le presté hará tres años "El hechicero" de Nabokov, en una edición noruega que yo tenía en mucha estima y no me lo devolvió el cabrón.
A... se quedó con un libro que le presté de un amigo mío, Osmund Forfang, titulado "Por qué soy ateo"; ahora lo echó la mujer de casa y me quedé sin mi libro.
Un compatriota, con perdón, se quedó con "Mis turbaciones", la novela agotada y dedicada de mi amigo Botas, que en paz estén.
Mi novia actual, la inglesa, no me devolvió una antología de poesía erótica que me regaló en Oviedo en 1988 Daniel Renton, hijo de un ministro de la Thatcher; cuando se agote el espacio ocupado por su cuerpo, adiós volumen; y quedaré vacío.