04 febrero 2008

Supremo

Aplácame la sed de la abstinencia
con tu mano, la miel de la venganza
aflorará del fiel de la balanza;
tu cama es ataúd de mi paciencia,
tu cuerpo es mi carruaje, una danza
macabra, una salida de emergencia,
y al final será polvo por la urgencia
de un reo que se inmola con su lanza;
el olor de tu ausencia es la fragancia
de un antiguo perfume, de una fuente
de alto surtidor y ojo ausente
por los arduos senderos de la infancia;
aplícale los dedos, yemas, palma,
a esta marea que desborda en calma.