28 agosto 2009

Odor ventis

Vio lentamente golpear el suelo,
la seda reluciente desplegada
de pliegues que desfruncen a la entrada,
dos palomos compenetrando el vuelo
levantándose en armas para el duelo,
ardientes de sudor, en desbandada,
al borde del brocal donde la nada
se transforma en el oro que no fue; lo
que posan las entrañas en la pila
la materia que deposita en calma,
entre suspiros, el fragor del alma
y un vapor en el aire que aniquila;
luego al amanecer todo se agota
y se evapora el llanto gota a gota.

22 agosto 2009

Me tienes

Me tienes en suspenso, a punto, en vilo,
la soga en la garganta, al cuello un nudo,
el filo de una daga, frío, mudo,
con la vida pendiéndome de un hilo;
el tiempo se derrama, llena el hueco
que conforma tu ausencia, se disloca,
disemina la forma de tu boca
y tu susurro se deshace en eco;
el tiempo llegará, cuando sucumba
tu hielo, de añorar cuantos tormentos
sacian mi sed de ti y los lamentos
que darán con mis huesos en la tumba;
de momento para salvar la vida
huyo de ti al galope, en estampida.

17 agosto 2009

Quiero negar

Quiero negar el tiempo y su uniforme
forma de devastarme tu memoria,
de dejar tras de ti sólo la escoria
de tu sombra y de tu silueta informe;
el tiempo que se forma y se termina
a un tiempo, el tiempo que me da tu ausencia
al tiempo que devasta tu presencia
y nunca se detiene ni camina;
quiero salir del tiempo y encontrarte,
abrir su laberinto y dar contigo
al borde de la nada, ser testigo
de tu huida hacia ninguna parte;
no volverás a mí, ya sé que nunca
voy a recuperar tu imagen trunca.

El corazón partido

El corazón partido me has dejado
cuando me has apartado de tu vida,
como una prenda usada que se olvida;
por tu capricho vivo desolado
desde que tú te fuiste y se ha quedado
tu cuchillo royéndome la herida;
un callejón atroz y sin salida,
Malzorgata, es mi día atormentado
sin ti; mientras calientas otro hierro
en tu fuego me abraso yo en el hielo
de tu ausencia y en el azul del cielo
se funde mi esperanza en el destierro;
cuanto sufrí por ti ha sido en vano,
sigues fiel a tu amigo americano.

Ni las piezas

Ni las piezas que cobras, condenada,
con tu efigie de galga florentina,
ni las presas que cazas en tu esquina
desde el crepúsculo hasta la madrugada;
cuantos dejas muriendo en la estacada
o desarmados en tu bocamina,
cuantos privados de tu medicina
perecen del dolor de la estocada,
me librarán de ti ni de tu sombra,
y si abres melosa y conturbada
tus labios y tu voz entrecortada
me propone hasta lo que no se nombra,
no dudaré un segundo, no lo dudes,
en aplacar tus ávidas virtudes.