A Doris
VENECIA
Cuando llega la noche se va el día,
cuando declina el día entra la noche;
llevo en mi corazón prendido un broche
de tempestad y de melancolía.
Viva y distante vibra todavía
por mi interior tu voz, en un derroche
de paz y de armonía. Igual que un coche
a doscientos por hora en la autovía,
corre la sangre a tope por mis venas
en dirección a ti. Y sin aliento
salgo del sueño donde estás, sediento
y sólo. Y me levanto, a duras penas,
transido de pasion y de impaciencia
por librarme en tus brazos de tu ausencia.
VENECIA
Cuando llega la noche se va el día,
cuando declina el día entra la noche;
llevo en mi corazón prendido un broche
de tempestad y de melancolía.
Viva y distante vibra todavía
por mi interior tu voz, en un derroche
de paz y de armonía. Igual que un coche
a doscientos por hora en la autovía,
corre la sangre a tope por mis venas
en dirección a ti. Y sin aliento
salgo del sueño donde estás, sediento
y sólo. Y me levanto, a duras penas,
transido de pasion y de impaciencia
por librarme en tus brazos de tu ausencia.