28 enero 2014

Colombia espresso

A D.

El Stradivarius

Yo alquilaba un apartamento. Mi hijo andaba con sus amigos por Infiesto. D...y yo entramos en un bar lleno de gente. Yo me sentía muy incómodo, porque no podíamos estar juntos. Me acerqué a la barra a rellenar unos impresos para un sorteo o algo así. Me alejé de la barra y vi a D... sentada con X..., cogidos de la mano, hablando y riéndose. La impresión fue de desconcierto, vergüenza y una inmensa tristeza. Me puse deprisa la cazadora y salí del bar corriendo. Me arrepentí de mi reacción. De esa manera la perdería. Subí a mi habitación y encontré un Stradivarius, lo enrollé en una toalla, lo llevé al coche y lo metí debajo del asiento, sin mayor preocupación por que me descubrieran. Aparqué el coche en una cuesta enfrente del bar. Luego entré y encontré a D... vestida con un uniforme que nunca le había visto. Se había puesto a trabajar y no entendía que yo estuviera allí preguntándole qué hacía. Yo iba a despedirme pero no me decidía, quería intentar arreglar aquella absurda situación, evitar por todos los medios marcharme sin ella y perderla. Todo se hizo tan confuso que salí del sueño. 
Cuando estaba en la ducha sonó la melodía del Tango, pero no me dio tiempo a coger el móvil.  Me sequé a medias y llamé a D... Allí estaba.  Como siempre fue una gozada hablar y verla en la pantalla. Le conté este sueño del que acababa de despertar y le dije que el Stradivarius debía de ser ella, y que lo iba a cuidar cómo oro en paño toda la vida, que lo tenía en la mano.