DUCHA DE ORO
Qué lomas, cerros, valles adivino
meciéndose a mi lado indiferentes,
fruta de primavera en el camino
ofrecida a quien ya no tiene dientes.
Qué telas apretadas, transparentes,
apurando sus curvas. Yo me inclino,
como beben los tigres en las fuentes,
a recoger del suelo mi destino
desolado y sediento. De rodillas
elevo la mirada hacia su centro,
que penetra derecha brecha adentro
y descorre el verdor de las orillas.
Alcé mi mano inútil al abismo
y mojó su cascada mi espejismo.