26 octubre 2017

Cortado en Overens

RAFAEL ALBERTI

Antoñete hace una exhibición de pundonor en la Maestranza de Sevilla.
(1982)



El crepúsculo engalana tu muleta:
¡Toro! ¡Ehe! ¡Toro!
Dejadme solo. Ahí va este pase
cortado con desplante,
¡por tunante!
Este de pitón a pitón,
¡por felón!
Este redondo, al aire y natural,
¡por traidor y criminal!

En la taleguilla un tajo
donde reluce un plumero.
Dejaré de ser torero 
si no te mando al carajo.

Frente a ti la concurrencia admira
tu soledad, el genio que te inspira:
frente a ti contiene el aliento
medio aforo.
¡Toro! ¡Ehe! ¡Toro!
Por detrás, el otro medio
ignora de tu ceño
el miedo elemental:
y ese redondo, al aire y natural
que nos brindas
con las guindas
tras el pantalón deshecho
no lo cierra
uno de pecho.

En la taleguilla un tajo
donde reluce un plumero.
Dejaré de ser torero
si no te mando al carajo.

¡Toro! ¡Ehe! ¡Toro!
Rebosa el toro de España;
se yergue furioso, salta.
Ya señalas en el aire la estocada
y al entrar al volapié
aflora más el envés:
otro semblante muestras por la espalda,
y nos deja ver tu hombrura
la rasgadura.
¡Toro! ¡Ehe! ¡Toro!
Y a mi lado un señorito
de gozo se corrió entero
cuando se lanzó el torero
para matar al torito.

En la taleguilla un tajo
donde mi carne reluce.
¡Rompiste el traje de luces
y yo te mandé al carajo!

19 octubre 2017

The lonely city




La nieve viste
con su mortaja helada
los abedules.



Un roce basta
para hacer un recuerdo
que dure siempre.



De nuevos brazos
la búsqueda es constante
toda la vida.



Cada palabra
es una tentativa
de misticismo.



Vas a saltar
te cogen por detrás 
sigue tu vida.



Sin rebelarse
el reo colabora
con su verdugo.



Se aleja el barco
pero nunca traspasa
el horizonte.




En la esplanada
tres muñecos de nieve
decapitados.



En el invierno
la nieve yace leve
sobre las tumbas.




Deja la pluma
sobre la hoja estéril
negra simiente.



El aeropuerto
entierra a sus cadáveres 
en las alturas.



Suishi y Lin Wei
reinas del karaoke
y yo de rey.



Los transeúntes 
son en el aeropuerto
muertos vivientes.



Solo engendraste
vástagos de papel
que nacen muertos.




Planta invasora
en mi jardín te damos
la bienvenida.



Bajo la lluvia
las ventanillas lloran
la despedida.



Tras muchos años
conversan los amigos
como si nada.



De tierra y novia
vive en la lejanía 
para sentirlas.



Has convertido
el placer de la charla
en un infierno.



En la carrera
de fondo de la vida
nadie es el último. 





En la mejilla
se posaron tus labios
y no en los míos.



Antes de irte
recoge tus enseres
no habrá regreso.



Igual que el fuego
se alza cuando muere
así el amor.



La noche avanza
a paso de tortuga
y nunca llega.



El viento salta
ágil de rama en rama 
tras una ardilla.



Oigo el silencio
de la tarde dormida
de aquel verano.



Sobre la tela
violeta del ocaso
nace una estrella.



El sol penetra
con dos dedos de luz
entre las nubes.



El río arrastra
el son de la corriente
bajo su lecho.



Suena el silencio
con palabras calladas
ruido y música.




Dentro del cuerpo
reina la oscuridad
a pleno día.



En el silencio
del espacio infinito
se oye tu voz.



Las hojas muertas
se retuercen de frío
sobre la acera.



Los niños juegan
a afilar las espadas
contra la muerte.




La que te busca
por mucho que te escondas
ya te ha encontrado.




Por entre el sueño
como en la vida leo
lo que lo entiendo.




Toda la vida
curando las heridas
sin conocerte.




Se van los hijos
uno tras otro, el molde 
queda vacío.




Verano en Quintes
en los coches de choque
la despedida.



Desde el avión
contempla la ciudad
poesía y orden.




En el instante
justo en que nos cruzamos
nos poseímos.



Príapo, solo
presumes y enarbolas
lo que no tienes.



Al recordarte
siento que se aproxima 
el fin del mundo.




En la carrera
de la vida la meta
es el camino.



La vida pasa
muerta de risa, seria 
llega muerte. 



Luna de día 
el sol que la persigue
huye desnuda.



Por más que corras
de la muerte no escapas
nunca con vida.



Como burbujas
reverberan las notas
del violonchelo.




En el principio
dos sonidos formaron
la melodía.




Cuando unos labios
se disuelven en otros
se para el tiempo.




Llega la hora
de cerrar las ventanas
de la existencia.



Como las olas
se secan en la arena
así las vidas.



Miro tu foto 
con tu mano perdida
bajo la seda.



Cuido la puerta
para abrirla si vuelves
para quedarte.



Ventisca y hojas
dirimen diferencias
en los cristales.


14 octubre 2017

La Escondida, café en Kaffebrenneriet con Vilde




Las venecianas 
meten la luz del sol
entre barrotes.



De algo puede
salir todo, de nada
solo la nada.



Cada mañana
en los cafés gotean
las soledades.



En el teléfono
entiendo tus palabras
antes de oírlas.



Piensa que cuando
piensas que ya la tienes
no tienes nada.



Viniste a darme
antigua compañera
la despedida.



Puse mi mano
en tu muslo en el cine
sentí tu pánico.



Una carrera
echamos en la orilla 
del río descalzos.



Te di la mano
mientras él a tu lado
se hacía el dormido.



El a tu lado 
las cigarras vibrando
tú me mordías.



Cuando te acercas
tu halo en movimiento
me lo da todo.



El libro enarca
su lomo como un gato
que se acaricia.



Los ojos cazan
al pasar los renglones
su sinsentido.



Huyo de ti
desesperado y siempre
llego al principio.



Nos acercamos
y a punto de abrazarte
pasas de largo.



Abres los ojos
y en una exhalación
ya los cerraste.



Viento y rocío
nuestras caricias duran
solo un latido.



Tira su flecha
el martín pescador
al ras del río.

07 octubre 2017

Haikú al sol




Fin del otoño
al ras del horizonte
bosteza el sol.



Laten los pulsos 
de tu mano y la mía
sobre la mesa.



Caigo en picado
al fondo del abismo
cuando te acercas.



Leo en tus ojos
las páginas vacías
donde no existo.



En la terraza 
desierta de tu casa
solo silencio.



Salen las nubes
no se sabe de donde
y tú no llegas.



Entre las ramas
de los robles el viento
hace sus nidos.



Cuando te veo 
algo de mi se eleva
al infinito.



Siento el espasmo
de tu cuerpo encendido
en otros brazos.




Nos encontramos
después de tantos años
como si nada.



Desde el hotel
me ofreces en tu coche
la despedida.



El herrerillo
se posa en el alambre y
desaparece.



En la rendija
las gotas del alero
golpean la hoja.



Vas caminando
por el sendero helado
del precipicio. 



El sol alumbra
las copas de los árboles 
que el viento agita.



Nieve en el aire
nubes de madreperla
broche prendido.





Las calles limpian
por la noche sus dientes
de transeúntes.





La luz del norte
brilla como una hoja
de guillotina.