28 enero 2008

Yirgacheffe

Se va el ardor, se fue, ya era hora
de que me abandonara para nunca
más volver; quedará la dicha trunca
desde el instante que comienza ahora.
No se iza el lelumbo ni se inflama
con tantos besos de abrasados labios
tan húmedos, tan mudos y tan sabios,
ya inquilino de tumba por la cama.
La muralla de mis noventa años
repele los asedios; descocada
bacanal de medusas en manada,
pastor que fui de todos los rebaños.
Ahora está la inercia que me cerca,
la quietud de la cosa que se acerca.