Se va el ardor, se fue, ya era hora
de que me abandonara para nunca
más volver; quedará la dicha trunca
desde el instante que comienza ahora.
No se iza el lelumbo ni se inflama
con tantos besos de abrasados labios
tan húmedos, tan mudos y tan sabios,
ya inquilino de tumba por la cama.
La muralla de mis noventa años
repele los asedios; descocada
bacanal de medusas en manada,
pastor que fui de todos los rebaños.
Ahora está la inercia que me cerca,
la quietud de la cosa que se acerca.
de que me abandonara para nunca
más volver; quedará la dicha trunca
desde el instante que comienza ahora.
No se iza el lelumbo ni se inflama
con tantos besos de abrasados labios
tan húmedos, tan mudos y tan sabios,
ya inquilino de tumba por la cama.
La muralla de mis noventa años
repele los asedios; descocada
bacanal de medusas en manada,
pastor que fui de todos los rebaños.
Ahora está la inercia que me cerca,
la quietud de la cosa que se acerca.