A D.
LA ESPERA
Desde que no te tengo, mi camino
desierto se transforma en un infierno
poblado por tu ausencia. Mi destino,
congelado en los hielos del invierno
de Noruega, sin ti: un desatino
en un páramo tórrido y eterno,
un devenir a tientas y sin tino
por los acantilados del Averno;
con tu piel, adherida a mi retina,
mojada, en carne viva. En la pantalla
de mi móvil espero a ver si estalla
el timbre que me salve de la ruina.
Todo es frío y silencio está mañana;
la noche se prolonga hasta mañana.
LA ESPERA
Desde que no te tengo, mi camino
desierto se transforma en un infierno
poblado por tu ausencia. Mi destino,
congelado en los hielos del invierno
de Noruega, sin ti: un desatino
en un páramo tórrido y eterno,
un devenir a tientas y sin tino
por los acantilados del Averno;
con tu piel, adherida a mi retina,
mojada, en carne viva. En la pantalla
de mi móvil espero a ver si estalla
el timbre que me salve de la ruina.
Todo es frío y silencio está mañana;
la noche se prolonga hasta mañana.