Roselyne
Yo tenía diecinueve años, vivía con mi madre y mis hermanos, tres hermanas y tres hermanos. Mi padre murió cuando yo era niña. Mi madre y mis tres hermanas se salvaron pero a mis hermanos los mataron. Tenían más de sesenta formas de matar, con machetes, cuchillos y otras armas, a los niños les reventaban la cabeza contra las paredes. Mataban todos, hombres, mujeres, niños. Yo vi a un niño de nueve años matar a otro con un machete. Estuvieron cazando gente tres meses. El diecinueve de julio nos reunimos en Oslo para conmemorar el fin de la masacre. Los Hutus ya tenían planeado el ataque y Francia (Mitterrand) estaba con ellos pero sin saber o sin querer saber lo que iba a pasar. Nuestros vecinos eran Hutus pero como mi madre era maestra no le hicieron nada, supongo. Unas vecinas desvalijaron nuestra casa mientras estábamos dentro. Vi a dos pelearse por un cojín que yo había hecho donde metía fotos, recortes de periódicos y papeles, porque pensaban que dentro había dinero y en el forcejeo una se lo llevó. Y la he vuelto a ver después cuando estuve allí. Otros arrancaban las ventanas, el techo de la casa. Mi madre le pidió a un hijo que buscara a alguien para que la matara. Mi hermana pequeña se escapó a la selva para esconderse aterrorizada y venía a casa por las noches a buscar comida y volvía a desaparecer. Hasta que no volvió más. Mi hermana mayor se escondió en casa de una amiga Hutu con su familia, pero una vez salió para buscar agua, era un trayecto de una media hora, después de dos horas no había vuelto y salieron a buscarla pero no la encontraron. Mi tío, hermano de mi madre, vivía con toda su familia por una zona alta, todos eran familiares los que vivían allí y se sentían seguros. Un día vino a casa para decirle a mi madre que nos quería llevar con él para escondernos. Mi madre se resistía pero mi tío la convenció para que nos dejara ir. Mi hermana, la que quedaba, se decidió y se fue con él. Yo me negué y me quedé con mi madre. Unos días después vinieron a decirnos que habían limpiado toda la zona y que mataron a todos los que vivían allí, a todas las familias emparentadas, y a mí hermana. Eso hacían. Juntaban a toda la gente en iglesias y ayuntamientos, les decían que allí estarían seguros y que no les pasaría nada, y luego los masacraban a mano. Un millón de muertos en tres meses. Yo dije a mi madre que quería salvarme y me dejó marchar. Nos despedimos. Le dije que si sobrevivía volveríamos a encontrarnos, pero no teníamos esperanza. Salí sin nada, sin dinero, sin saber por dónde ir. Caminé muchos días y llegué al río que es la frontera con Burundi. Allí se juntaban los que huían para pasar al otro lado. Pero para cruzar había que pagar por subir una balsa, las hacían a mano a la orilla, sin dinero no pasaban a nadie. El río no se podía cruzar a nado. Yo estuve una semana dando vueltas por allí, escondiéndome porque andaban matando por todas partes, pero no veía posibilidad de cruzar y estaba sin fuerzas. Un día vi que llegaba una familia, la conocía, él era el farmacéutico, y me acerqué a ellos. Tenían dinero y estaban negociando con el balsero. Vi la posibilidad de saltar a la balsa antes de que la familia subiera. Me tiré al agua en un ataque de desesperación porque pensé que era la única oportunidad de salvarme. Le dije al balsero que yo también era de la familia y me dejó. Así crucé a Burundi. A esta familia también la he vuelto a ver después. Mi madre al final pudo huir a Burundi. Cuando todo pasó ella volvió a Ruanda y yo pedí asilo para venir a Noruega. Aquí conocí a mi marido, también huido, el único superviviente de su familia.