21 noviembre 2021

Americano en el Venecia

Basho

(A partir de la versión noruega de Arne Dørumsgaard)


“Hay tres elementos en el haikú. Su atmósfera se llama soledad, su efecto es la elegancia y su idioma la locura estética”. Basho. 



Hojas de otoño

manos enrojecidas

de comadrona. 


Cuando amanece

las gotas de rocío

se ruborizan. 


Flor de cerezo

amigos de la infancia 

que ya se han muerto. 


El abanico

me trae un soplo de aire

del Fujiyama. 


El árbol cae

cortado de raíz

luce la luna. 


Flores impúdicas

desparraman sus pétalos 

a pleno sol. 


Desde el balcón

veo llorar los árboles 

bajo la lluvia. 


Quitas la ropa

mientras dos perros fuera

hacen lo suyo. 


Un cuervo posa

sobre una rama oscura

noche de otoño. 


Harto de flores

harto de todo el mundo

aquí me siento

con mi sake revuelto

y con mi arroz negruzco. 


Suena el granizo

en mi cabaña nueva

mi viejo yo. 


Soy vagabundo

con las primeras nieves

vivo en mi nombre. 


La flor de hibisco

se zampa mi caballo

restalla el látigo. 


La mariposa

perfumando las alas 

entre la orquídea. 


Todavía vivo

Cuánto tiempo vagando

hacia este otoño. 


A pie llegó

sombrero y alpargatas

la nochevieja. 


Bajo la ropa

no puedo deshacerme

de tanto piojo. 


Un viejo lago

una rana que salta

un chapoteo. 


En otros tiempos 

este pino robusto

fue una semilla. 


Campos resecos

al aire la tormenta

los pinos nuevos. 


La llevó el viento

congelada a un carámbano

una hoja presa. 


Sobre la puerta

los carámbanos tapan

la entrada a casa. 


Entre la nieve

hasta caer de culo

retozaremos. 


Déjame ver

tu rostro entre las flores

dios de las cumbres. 


Adornaría

la luna de la aldea

con trenzas de oro. 


Cuatro portillas

descansan a la luna

noche de otoño 


Varado en casa

a salvo bajo un tronco

de la tormenta. 


Tras esta puerta

enterrada en el verde 

celebraciones. 


La primavera

se va gimen los pájaros 

lloran los peces. 


La arroceras

reposan de la faena 

salgo del sauce. 


Castaño en flor

engalana la cumbre

nadie lo mira. 


Pulgas y piojos

y orines de caballo 

surcan la almohada. 


Bajo aquel techo

dos fulanas conmigo

trébol y luna. 


Un grillo canta

muerto de miedo dentro

de un casco viejo. 


Más blanco aún 

que las rocas del templo

viento de otoño. 


Lluvia de mayo

inunda las paredes

de la cabaña. 


Luna de estío

cuando junto las manos

brilla la aurora. 


Frágil refugio

la sombra de una encina

bosque de estío. 


Date la vuelta

también estoy yo solo

tarde de otoño. 


Bajo el cerezo

la sopa marinera

blanca de flores. 


Luna de otoño

mono y amo envejecen

como la tierra. 


Todo lo que hago

chupetear raspas secas

y envejecer. 


Luna de otoño

mono y entrenador

pasan la vida. 


Entumecido

chupa despacio el viejo

la raspa seca. 


Flor de cerezo

la túnica que cubre

al solitario. 


Hierba que cubre

centinela a la luna

la tumba regia. 


Bajo el cerezo 

frentes de centinelas

lucen de viejas. 


En el silencio

mudo canto del grillo

entre las rocas. 


Lluvia de invierno

hasta el mono querría 

estar a techo. 


La tarde fresca

con dolor de lumbago

retorné a casa. 


Puro rocío

lava mi pobre vida

en tu presente. 


Me acerco al sauce

entre el deseo y el asco

del corazón. 


La flor de oro

que guarda su inocencia 

de la impureza. 


Para el que dice

mis hijos son un fardo

no existen flores. 


Desde sus nidos

ratones y gorriones

cuentan sus vidas. 


abeja asidua 

que zumbas por mis flores

madre gorrión. 


Lluvia de abril

arroya lenta el agua

al avispero. 


Bajo el orvallo

sin gorro de bambú

me importa un bledo. 


En primavera

la aldea sin campana 

la noche muda. 


Ninguna cara

hermosa mira hoy

hacia la luna. 


Luna de otoño 

rondando el lago hasta

que rompe el día. 


La flauta muda

a la sombra del árbol 

templo de Suma. 


Lleva el castaño

de un altar en ruinas

todavía frutos. 


Jardín de invierno

la luna como un hilo

cantan los bichos. 


Caen en silencio 

las rosas de los montes

un salto de agua. 


Sol del invierno 

caballo congelado

yace mi sombra. 


La alcea huye

del agua de verano

camino al sol. 


Echo el cerrojo

solo a flores nocturnas

se abre mi puerta. 


Cara de un mono

la máscara que lleva

año tras año. 


Tras la cabaña

entre hojas de plátano 

sale la luna. 


Ve caminante

por las sendas de Kiso

entre las moscas. 


Primer granizo 

de invierno da en la frente

clara del niño.  


Cambias pimienta

tu color era hermoso

cuando eras verde. 


Con tanto arroz

que nos devuelve el campo

haremos fiesta. 


Bajo la lluvia

el gusano de seda

huye entre moras. 


Planta en el agua

apestando a pescado

tripas de carpa. 


Frías y grises

caracolas de mar

todavía vivas. 


Por año nuevo

visitó mi cabaña

un ladroncete.  


Un pajarillo 

dejó su firma en mi

pastel de arroz. 


Claro de luna

luce borrosa y verde

la mosquitera. 


Llega el otoño 

hay sitio pa cuatro

en la cabaña. 


Voz del pulpero

apenas se distingue 

de la de un cuco. 


Samurayada 

las voces tan picantes

como guindillas. 


En el invierno

como salmón ahumado

va el peregrino. 


Entre los bloques

del jardín de un cantero

magnolia en flor. 


Sendas de monte 

cedros rojos en sombra

son de campanas. 


Cerezo henchido

noche de primavera

ya amaneció. 


Pies contra el muro 

frío eché una siesta

fin del verano. 


Entra el otoño

una mullida estera

cálido hogar. 


Luna tranquila

al niño que acosaban

llevé a su casa. 



Por esta senda

ninguno me acompaña

noche otoñal. 


Las nubes vuelan

los pájaros emigran

qué viejo soy. 


Enfermo vago

por brezales marchitos

mueren mis sueños. 


Te queda poco 

para ser el abono

del crisantemo.