Basho
(A partir de la versión noruega de Arne Dørumsgaard)
“Hay tres elementos en el haikú. Su atmósfera se llama soledad, su efecto es la elegancia y su idioma la locura estética”. Basho.
Hojas de otoño
manos enrojecidas
de comadrona.
Cuando amanece
las gotas de rocío
se ruborizan.
Flor de cerezo
amigos de la infancia
que ya se han muerto.
El abanico
me trae un soplo de aire
del Fujiyama.
El árbol cae
cortado de raíz
luce la luna.
Flores impúdicas
desparraman sus pétalos
a pleno sol.
Desde el balcón
veo llorar los árboles
bajo la lluvia.
Quitas la ropa
mientras dos perros fuera
hacen lo suyo.
Un cuervo posa
sobre una rama oscura
noche de otoño.
Harto de flores
harto de todo el mundo
aquí me siento
con mi sake revuelto
y con mi arroz negruzco.
Suena el granizo
en mi cabaña nueva
mi viejo yo.
Soy vagabundo
con las primeras nieves
vivo en mi nombre.
La flor de hibisco
se zampa mi caballo
restalla el látigo.
La mariposa
perfumando las alas
entre la orquídea.
Todavía vivo
Cuánto tiempo vagando
hacia este otoño.
A pie llegó
sombrero y alpargatas
la nochevieja.
Bajo la ropa
no puedo deshacerme
de tanto piojo.
Un viejo lago
una rana que salta
un chapoteo.
En otros tiempos
este pino robusto
fue una semilla.
Campos resecos
al aire la tormenta
los pinos nuevos.
La llevó el viento
congelada a un carámbano
una hoja presa.
Sobre la puerta
los carámbanos tapan
la entrada a casa.
Entre la nieve
hasta caer de culo
retozaremos.
Déjame ver
tu rostro entre las flores
dios de las cumbres.
Adornaría
la luna de la aldea
con trenzas de oro.
Cuatro portillas
descansan a la luna
noche de otoño
Varado en casa
a salvo bajo un tronco
de la tormenta.
Tras esta puerta
enterrada en el verde
celebraciones.
La primavera
se va gimen los pájaros
lloran los peces.
La arroceras
reposan de la faena
salgo del sauce.
Castaño en flor
engalana la cumbre
nadie lo mira.
Pulgas y piojos
y orines de caballo
surcan la almohada.
Bajo aquel techo
dos fulanas conmigo
trébol y luna.
Un grillo canta
muerto de miedo dentro
de un casco viejo.
Más blanco aún
que las rocas del templo
viento de otoño.
Lluvia de mayo
inunda las paredes
de la cabaña.
Luna de estío
cuando junto las manos
brilla la aurora.
Frágil refugio
la sombra de una encina
bosque de estío.
Date la vuelta
también estoy yo solo
tarde de otoño.
Bajo el cerezo
la sopa marinera
blanca de flores.
Luna de otoño
mono y amo envejecen
como la tierra.
Todo lo que hago
chupetear raspas secas
y envejecer.
Luna de otoño
mono y entrenador
pasan la vida.
Entumecido
chupa despacio el viejo
la raspa seca.
Flor de cerezo
la túnica que cubre
al solitario.
Hierba que cubre
centinela a la luna
la tumba regia.
Bajo el cerezo
frentes de centinelas
lucen de viejas.
En el silencio
mudo canto del grillo
entre las rocas.
Lluvia de invierno
hasta el mono querría
estar a techo.
La tarde fresca
con dolor de lumbago
retorné a casa.
Puro rocío
lava mi pobre vida
en tu presente.
Me acerco al sauce
entre el deseo y el asco
del corazón.
La flor de oro
que guarda su inocencia
de la impureza.
Para el que dice
mis hijos son un fardo
no existen flores.
Desde sus nidos
ratones y gorriones
cuentan sus vidas.
abeja asidua
que zumbas por mis flores
madre gorrión.
Lluvia de abril
arroya lenta el agua
al avispero.
Bajo el orvallo
sin gorro de bambú
me importa un bledo.
En primavera
la aldea sin campana
la noche muda.
Ninguna cara
hermosa mira hoy
hacia la luna.
Luna de otoño
rondando el lago hasta
que rompe el día.
La flauta muda
a la sombra del árbol
templo de Suma.
Lleva el castaño
de un altar en ruinas
todavía frutos.
Jardín de invierno
la luna como un hilo
cantan los bichos.
Caen en silencio
las rosas de los montes
un salto de agua.
Sol del invierno
caballo congelado
yace mi sombra.
La alcea huye
del agua de verano
camino al sol.
Echo el cerrojo
solo a flores nocturnas
se abre mi puerta.
Cara de un mono
la máscara que lleva
año tras año.
Tras la cabaña
entre hojas de plátano
sale la luna.
Ve caminante
por las sendas de Kiso
entre las moscas.
Primer granizo
de invierno da en la frente
clara del niño.
Cambias pimienta
tu color era hermoso
cuando eras verde.
Con tanto arroz
que nos devuelve el campo
haremos fiesta.
Bajo la lluvia
el gusano de seda
huye entre moras.
Planta en el agua
apestando a pescado
tripas de carpa.
Frías y grises
caracolas de mar
todavía vivas.
Por año nuevo
visitó mi cabaña
un ladroncete.
Un pajarillo
dejó su firma en mi
pastel de arroz.
Claro de luna
luce borrosa y verde
la mosquitera.
Llega el otoño
hay sitio pa cuatro
en la cabaña.
Voz del pulpero
apenas se distingue
de la de un cuco.
Samurayada
las voces tan picantes
como guindillas.
En el invierno
como salmón ahumado
va el peregrino.
Entre los bloques
del jardín de un cantero
magnolia en flor.
Sendas de monte
cedros rojos en sombra
son de campanas.
Cerezo henchido
noche de primavera
ya amaneció.
Pies contra el muro
frío eché una siesta
fin del verano.
Entra el otoño
una mullida estera
cálido hogar.
Luna tranquila
al niño que acosaban
llevé a su casa.
Por esta senda
ninguno me acompaña
noche otoñal.
Las nubes vuelan
los pájaros emigran
qué viejo soy.
Enfermo vago
por brezales marchitos
mueren mis sueños.
Te queda poco
para ser el abono
del crisantemo.